Resulta llamativo ver en las calles de nuestras ciudades a perros pequeños con correas largas, de esas extensibles, cuya longitud puede alcanzar bastantes metros de distancia. Sin embargo, a medida que el perro va aumentando en tamaño la correa se va acortando hasta llegar en muchos casos al metro de longitud. Además se da la paradoja de que si el perro tira mucho de la correa le paseamos con una correa muy corta para “asegurarnos” de poder controlarle mejor. En realidad, en vez de solucionarlo, lo que conseguimos con eso es que nuestro perro cada vez tire con más fuerza de la correa. Estamos agrandando el problema, en vez de solucionarlo.
Durante el paseo el perro necesita tener su espacio, poder alejarse unos metros de su dueño para poder olisquear y relajarse, es decir, necesita estar a su aire para que el paseo resulte realmente gratificante para él. Contemplo con cierta pena a perros de tamaño grande paseando casi pegados a sus dueños. Quizá lo hagan por miedo, por precaución o por otros motivos, pero lo cierto es que esos paseos en los que los perros caminan todo el tiempo junto a sus dueños nos refuerza más a nosotros que a nuestros propios perros, nos da una sensación de falsa seguridad que poco beneficia a nuestros perros y a su bienestar.